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Chapter 12 - Bebé Demonio, Problemas Infinitos

Me encontraba plácidamente dormido, recostado a lo largo de mi cama voladora. Soñaba, cómo no, con mi gran noche. La noche en que desafié al infierno… y gané. Fácil, como siempre.

Últimamente, los guardias del reino y los héroes paranoicos no paran de tocar las puertas de todos cada hora. Dicen que los demonios rondan por el lugar. ¿Paranoia? Tal vez. ¿Exageración? Por supuesto. ¿Molesto? A más no poder. Mira, incluso te estoy hablando mientras duermo. Increíble, ¿verdad?

Así que sí, unos golpeteos insistentes a la puerta me despertaron de repente. Bajé de mi cama voladora, aún con los párpados pegados. Espera...

¿Voladora?

¿Yo tengo una cama voladora?

—¡Ah! —solté un pequeño grito justo antes de estrellarme contra el suelo con fuerza—. ¡Dolió!

—Me ofendes al pensar que fui yo —respondió una voz flotante con un aire sarcástico—, pero te agradezco por tan buena manera de despertar.

Un emoji de aplausos apareció en el aire, flotando alegremente.

—¡Respeta al gran héroe Yuzato! —espeté, señalando a la burla flotante.

—Respeto a tu madre. A ti… —la pausa fue intencionada, cortante—. Abre la puerta, o no dejarán de tocar.

Me levanté a regañadientes, con un suspiro profundo.

—¿Por qué no te consigues unos brazos? ¡Tal vez así hagas algo útil! —moví mi pierna, pero no hubo respuesta—. ¿O qué tal un desayuno?

Algo pesaba en mi pierna.

Unos bracitos diminutos y manitas se aferraban a mí con fuerza. Bajé la mirada… y ahí estaba él.

Sintiendo una pequeña mordida en la pierna, fruncí el ceño.

—Ah, cierto… tú viniste conmigo.

Un picor comenzó a extenderse lentamente por donde me sujetaba.

—Tal vez si te dejaba con mi maestro serías más feliz…

El picor se transformó en ardor.

—O tal vez con Raphtylf… fácilmente podría ser tu madre…

Mi pierna se prendió en llamas.

—Estás que ardes —comentó la voz flotante, como si fuera lo más normal del mundo.

Suspiré.

Otro gran inicio de día para el legendario héroe Yuzato.

—Siempre, mi amor… soy el protagonista, después de todo.

No pude fingir más. Un grito desgarrador salió de lo más profundo de mi alma. ¡Mi pierna estaba en llamas! ¡Y dolía como el infierno! Pero antes de que pudiera pedir auxilio con dignidad, la puerta fue destrozada con un estruendo. Al parecer, los guardias creían que un demonio había invadido la casa.

Y sorpresa… ¡sí hay uno! ¡Pero mi pierna es más importante!

—¡Tú, inútil número uno! ¿¡Tienes agua?!

Una figura irrumpió en la habitación y, sin mediar palabra, me tacleó con fuerza.

—¡¿Eres un demonio?! —rugió con ojos desorbitados.

—¿¡Estás ciego?! ¡Obvio que lo soy! ¡Ahora apaga esta mierda!

Sin perder más tiempo, el tipo arrancó una sábana y empezó a golpear mi pierna en llamas con ella. No funcionó. Me obligó a girar. Tampoco. Finalmente, en un acto de desesperación y casi con lágrimas en los ojos, vació un balde de agua directamente sobre mí.

El fuego se extinguió con un silbido.

—¿¡Por qué no usaste el agua primero!?

—Los nervios traicionan, Yuzato —se entrometió esa voz flotante que no ayudaba en nada, como siempre.

Sin darme tiempo para respirar, el guardia alzó su lanza y la apuntó directo a mi rostro.

—¡Ahora, demonio… es momento de casarte!

Me acerqué con lentitud, con toda la calma del mundo… y le di una pequeña, pero muy bien calculada, bofetada en la mejilla.

—¿¡TENGO LA APARIENCIA DE UN DEMONIO?! ¿¡DÓNDE ESTÁN MIS CUERNOS!? ¿¡DÓNDE ESTÁN MIS ALAS!? ¿¡DÓNDE ESTÁ MI CUERPAZO!? ¿¡Y MI CARA BONITA!?

Hubo una pausa.

—Oh, espera. Esos dos últimos sí los tengo.

Si esa cosa flotante tuviera rostro, habría sido una expresión de pura decepción.

—¿Y cómo sabes la apariencia de un demonio tan específica? —preguntó, con veneno en cada palabra. Era obvio que se refería a Raphtylf.

—Oh, perdóneme —interrumpió el guardia, algo más calmado ahora—. Con todo el alboroto que han causado los héroes, debemos mantenernos alerta. Un demonio puede aparecer a cualquier hora y en cualquier lugar.

—¿¡Y solo porque me estoy quemando piensas que hay un demonio!?

Unas manitas comenzaron a escalar con esfuerzo por mi pierna, ahora empapada.

—No, tú no… no otra vez —murmuré, mientras el pequeño ser subía decidido, clavando sus dedos en mi ropa mojada.

—Los héroes inútiles solo sirven para alborotar a la pobre gente... y a idiotas como el rey.

Sentí un tirón en la camisa.

El pequeño había escalado hasta colgarse de ella como si fuera su árbol personal.

—Entonces… ¿el fuego? —preguntó el guardia, aún desconcertado.

—¡Quería cocinar! —me crucé de brazos, altivo—. Soy un as en la cocina. El fuego se veía delicioso, así que le di una probadita a mi pierna.

El guardia me miró como si fuera un bicho raro.

—¿Y ese niño?

—¿Niño? —bajé la mirada hacia la pequeña figura que colgaba de mí. Lo levanté frente a mi rostro y lo observé con detenimiento. Estaba inquieto, no paraba de hacer muecas extrañas—. No sé.

—¿Cómo que no sabes?

—¿No es tuyo? —entrecerré los ojos con sospecha—. Irrumpes de un momento a otro y de repente aparece este niño. ¿Eres un secuestrador?

—¡Soy un guardia real!

El pequeño empezó a quejarse. Sonidos confusos y chillidos bajos salían de su boca, como si intentara protestar sin saber aún cómo articular una frase completa.

—¿Y qué hace un guardia real con un bebé tan pequeño? —di un paso hacia atrás, escudriñándolo—. Me das asco.

—Yuzato —intervino la voz flotante, con tono monótono—, el mocoso parece querer comer.

Me acerqué al guardia y le extendí al bebé con ambas manos, como si fuera un paquete maldito.

—Bien, te perdonaré esta vez. Pero toma a tu niño y aléjate de mi vista.

El bebé no se movió. Solo empezó a golpear su propia barriga con insistencia.

—¡Pero no es mío! —protestó el guardia.

—¿¡Un secuestrador!? ¿¡En mi casa!? ¡AAAAAAAAAAAAHHHH! —solté un grito exageradamente dramático, cubriéndome la boca con las manos—. ¡Qué horror!

—¡Papi número 3!

Me quedé congelado.

—Te hablan... —susurró la voz flotante.

—¡Papi número 3! —insistió el pequeño, golpeando su barriga con más fuerza.

—Creo que te habla a ti —comentó el guardia, ahora más confundido que asustado.

—Crees muchas cosas —repliqué, girándome con fastidio.

El bebé frunció el ceño, claramente molesto. Un jarrón a nuestro lado explotó sin previo aviso, hecho añicos en el acto.

—¿Qué pasó? —el guardia dio un paso atrás, sorprendido.

—¡Baratijas! Soy comerciante… y un estafador, por eso explotó esa cosa —murmuré por lo bajo, intentando mantener la dignidad—. Sippy, ayúdame con esto...

—En tu situación… —la voz flotó con ese tono resignado tan característico—. Mejor dale de comer.

El ceño del niño se frunció aún más. Una grieta comenzó a formarse en la pared.

—No puede ser... —tragué saliva—. ¡Está en modo bebé bomba!

—Ah, este lugar tan viejo... está cayéndose —balbuceé, intentando sonar natural mientras mi voz temblaba.

Las plantas y árboles del exterior comenzaron a incendiarse uno a uno, como si una fuerza invisible decidiera convertir el jardín en un asador infernal.

—¡Maldito calentamiento global quitando la belleza del mundo!

Una grieta se abrió justo debajo de mis pies. Logré apenas sostenerme con una pierna en cada extremo, temblando mientras el abismo crecía.

—¡Ah! ¡El apocalipsis! ¡Ya se había tardado en llegar!

—¡Abandonen el lugar! —gritó el guardia antes de salir disparado, desapareciendo por completo de la escena.

Me quedé ahí, mirando al bebé que me observaba como si todo esto fuera su forma de jugar.

—¿Hacemos una tregua? —sugerí, aún temblando.

Las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo, brillando con intensidad inusual.

—Ah, la belleza efímera... Qué bien dormí. Ya casi es de noche.

—Ahora mismo son las 10:45 a.m. —intervino la voz flotante con tono neutro.

—Qué hermosa lluvia de estrellas...

Un cuadro flotante se abrió frente a mí, mostrándome una imagen ampliada del cielo.

—Esas no son estrellas.

—Ah, qué hermoso el universo y sus meteoritos viniendo a la Tierra... —el sudor comenzó a correrme por la frente como si mi cuerpo ya hubiera entendido lo que mi cerebro se negaba a aceptar—. ¿No tienes una misión hoy?

—Si mueres, ¿a quién le daré misiones?

—¡Un minuto! ¡No, dos! ¡Te conseguiré algo, lo que sea! ¿¡Qué come un demonio!? ¡¿Sangre!? ¡No, imposible! ¿¡Carne!? ¿¡De qué animal!? ¿¡Un humano!? ¡¿Por eso me mordiste!?... ¡O tal vez… fruta!

Salí disparado hacia el centro del reino como si el mismísimo infierno estuviera tras de mí. Llegué hasta el puesto de una conocida... con mala memoria.

—¡Buenos días! Sí, estoy bien. El clima está del carajo. No, lo siento, soy demasiado hermoso para una relación contigo. ¡Véndeme comida!

Ella me miró sin un atisbo de sorpresa.

—Te pedí que no vinieras cuando yo estuviera trabajando.

—Ay, el destino quiere vernos juntos… —solté con un suspiro dramático, posando como un caballero trágico—. Pero soy demasiado increíble para alguien tan normal como tú. ¡Ahora cállate y dale algo de comer al mocoso!

Lo tomé con firmeza y lo planté sobre la mesa repleta de productos. En un parpadeo, el enano empezó a devorar absolutamente todo. Y cuando digo todo, es literal: fruta, pan, hierbas, frascos, etiquetas… incluso se tragó la madera. Casi se come a la chica también, pero logré detenerlo justo a tiempo.

—Lo que quise decir —intervino la voz flotante con su tono usual—, es que la chica se salvó por un pelo.

El pequeño se desplomó de repente en un sueño profundo, como si alguien le hubiera presionado un botón de apagado.

—A… a… ¡¡Misión cumplida!! —alcé los brazos al cielo como si hubiera salvado al mundo—. ¡Toma eso, mocoso! —lo señalé con superioridad mientras roncaba—. ¡No pudiste con las habilidades del gran héroe Yuzato! ¡Ja! Cero y van tres. ¡No cabe duda de que soy increíble!

—Increíblemente idiota —respondió con tono seco—. ¿Cómo planeas mantener a este engendro?

—Ja —moví mi cabello rebelde con elegancia, dejando que brillara a contraluz—. El autor se encargará de eso.

La chica, aún pegada a la pared y temblando, balbuceó sin moverse:

—¿Q-qué es ese niño?

—Nadie sabe que es un demonio —añadió la voz, esta vez en un tono más serio.

—¿Es malo?

—Digamos que los intentos de héroes, guardias y hasta el rey lo buscarán para capturarlo. Eso... en el mejor de los casos. Y tú… ¿qué crees que pensarán si descubren que un inútil lo está protegiendo?

—Ja, te estresas demasiado —saqué un saco de monedas de oro de mi bota. Sí, era más grande que la bota. No preguntes cómo. Aquí no hay lógica, solo estilo—. Preciosa, toma esto y no hables de más con nadie.

—P… pero… esa cosa…

Le puse un dedo en los labios con toda la elegancia que me permite ser increíble.

—Shhh… incluso estoy referenciando a un héroe popular —susurré con voz profunda—. Calladita estás más bonita.

Mi mirada se endureció.

—No digas nada o… el bebé vendrá de nuevo por ti. Yo… el gran héroe Yuzato… lo tendré bajo control… espero. Pero si alguien habla de más, la cosa se pondrá muy, muy, *muy* fea.

Dejé caer el saco de monedas al suelo con un sonoro *clank*.

—Mira, incluso estoy pagándote. Por favor… no digas nada. Mañana volveré por más comida. Ayúdame. Por favor.

La chica agarró el saco temblando.

—Y-yo no sé nada de nada…

—Exacto. Yo no estuve aquí. —Hablé con toda la despreocupación que da no tener responsabilidad alguna—. Bueno, sí estuve… pero te rechacé. Eres linda, pero no tanto.

—Yuzato —interrumpió la voz flotante con fastidio—, no fuerces una comedia romántica donde no la hay. No podemos meter más subtramas... estamos a pocos capítulos de terminar el primer volumen.

—¿Y eso es malo?

—Aún debemos mostrar a Mar×××— *ERROR: la lectura sufrió un error de archivo desconocido. Causa: SPOILER IDENTIFICADO.*

Observé el mensaje en el aire con una ceja levantada.

—Entiendo… no es mi problema. Es de mi yo futuro… nuevamente.

Levanté al bebé con delicadeza.

—Bien. Buenos días.

Y me fui caminando a casa como si no hubiera dejado una pequeña amenaza demoníaca dormida en medio del reino.

—¡AVENTURA EXPRESS! —gritó Sippy como si presentara el final de un episodio—. ¡El capítulo de hoy no tuvo absolutamente nada que ver con el cliffhanger del capítulo anterior! ¡Gracias por leer! ¡Siguiente capítulo: NI EL AUTOR TIENE IDEA!

¿Y qué pasó con los meteoritos que se acercaban a la Tierra? Digamos que… ahora el planeta tiene una nueva constelación. Una linda forma de patito. Que flota peligrosamente. Y amenaza con caer… si el inútil del protagonista olvida alimentar a su engendro.

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