Gotas de agua caían del techo rocoso, la oscuridad permeaba los alrededores del frio lugar. Una mazmorra con casi nada de luz estaba siendo escenario de un perverso acto.
Un hombre sentado y atado en una silla estaba inconsciente en la oscura habitación, el hombre se encontraba mal herido, con su vestimenta totalmente rasgada, descalzo y con ligeros rasguños. Aquella persona no había sido raptada contra su voluntad sin antes poner resistencia.
Un liquido con una rara calidez estaba siendo vertido al suelo, un denso liquido con un color rojo oscuro estaba inundando el mohoso piso de roca. El liquido llegó a los pies desnudos del hombre inconsciente. Durante unos momentos, el hombre no reaccionó ante la extraña sensación que tocaba la planta de sus pies. Hasta que la cálida sensación se tornó fría como agua helada.
La persona sentada y atada a la mesa se despertó de golpe, alterada al no saber dónde se encontraba.
—¡Joder!, ¿¡dónde estoy!?, qu- —Pero antes de que pudiera terminar lo que estaba diciendo, sus ojos se percataron de algo horripilante.
Una mujer estaba siendo mutilada enfrente de él. La mujer yacía en una mesa negra con ataduras de cuero de contención. Los ojos de aquella mujer hacía tiempo que no daban ningún signo de vida. Sus extremidades ya habían sido cortadas por completo, sus brazos y piernas estaban en una mesa de madera, justo a lado de la mesa donde yacía la mujer, vendadas como si fueran envueltas para un regalo. Y su cabeza tenía un enorme corte en su cráneo, dejando a la vista el cerebro.
Aquel hombre había quedado en shock por lo que estaba viendo, no sabía si gritar, llorar, suplicar, orar… Todas las acciones pasaban por su mente al ver tan horripilante escenario desenvolverse a sus ojos. Al final, una reacción de horror en silencio es lo que el hombre expresó, abrumado por la situación.
—¡Ah! ¡Finalmente el peleador ha despertado! — Dijo un hombre desconocido. La voz grave y elegante provenía de un hombre que estaba de espaldas, limpiando cuidadosamente su juego de herramientas, como si fuera su mayor tesoro—. Me estaba preguntando si el golpe que te dio uno de mis lacayos había sido lo suficientemente fuerte como para dejarte en coma, pero parece que mis preocupaciones fueron en vano.
El hombre termino de limpiar sus herramientas para voltear a mirar al hombre amarrado en la silla de madera.
—¡J-Joder amigo!, no se que coño sea lo que estes haciendo aquí, pero esto no es de mi incumbencia. Sabes… Mi padre es una persona bastante adinerada, si lo que quieres es dinero, podríamos hacer un trato y olvidar que esto pasó —Dijo el hombre amarrado a la silla, con una voz quebrada apunto de llorar por la desesperación.
—Oh, pero no quiero dinero mi querido Javier. Esa no es la razón del porque te invite a bailar— Dijo el hombre desconocido.
Aquel Hombre llevaba puesta una mascara de opera sonriente, de color negra en su totalidad, con acabados rojos en sus ojos y sonrisa. En la frente de la máscara, se podía vislumbrar el dibujo de un sol que destacaba entre todo, el sol tenía los mismos acabados rojos en su circunferencia, y en el centro del sol, el color negro de la máscara.
El Enmascarado por un momento se quedo en silencio observando detenidamente como la sangre de la mujer tocaba suavemente los pies de Javier. La suave y delicada textura de la sangre esparciéndose por la planta de los pies del hombre en la silla, le provocaban una sensación catártica.
—Estoy aquí para redimir tus pecados— Dijo el hombre enmascarado con un tono empático y conciliador, regresando a sus sentidos.
—¿R-redimir m-mis p-pecados? — Tartamudeo Javier con terror.
El enmascarado examino el lugar por un momento, se dirigió a uno de los costados de la mazmorra y agarro una silla de madera, la puso justo enfrente de Javier, para momentos despues sentarse con delicadeza.
—Si, Redimir tus pecados. Fui encomendado con una tarea especial, y tu mi amigo, fuiste elegido para formar parte de ella — Dijo el hombre enmascarado con una voz dulce y calmada — Veras he estado buscando candidatos para el gran baile que estoy escenificando y creo que tu amigo mío, cumples todos los requisitos para formar parte de mis talentosas estrellas.
Javier ante el miedo y desesperación, pudo atar cabos en un momento de lucidez. Sabia quien era el hombre que estaba enfrente de él. Era el tema de conversación de todos en Engelweave.
—No es posible… Eres el Asesino de la flor negra. El asesino serial que tiene aterrorizada toda Engel- —Javier fue interrumpido por un movimiento salvaje del Enmascarado hacia su cara, un agarre con guantes de cuero abrazaba su mandíbula y mejillas, haciendo que sus labios hicieran una forma ovalada como consecuencia.
—¡NO TE ATREVAS A LLAMARME ASESINO NUNCA MÁS! ¡O DESPELLEJARE TU MALDITO ROSTRO DE MIERDA! — Gritó salvajemente el enmascarado. Su mascara brilló en sus acabados carmesís, como si tuviera luz propia, cuando su estado de ánimo cambió abruptamente.
—¡Lo shiento pofavo nho me hogas dano!— Dijo incoherentemente Javier. La forma de su boca y el agarre fuerte del Enmascarado hacían que no pudiera pronunciar bien. Lagrimas finalmente corrieron en el rostro de Javier. Y orina había inundado sus pantalones momentos después.
El enmascarado estuvo un tiempo agarrando ferozmente la cara de Javier. Hasta que marcas enrojecidas por el fuerte agarre comenzaron a salir de su rostro. El enmascarado finalmente despues de unos segundos libero su agarre de la cara del hombre llorando. Javier no se atrevió a pronunciar ni un sonido, temiendo la reacción del hombre enfrente de él.
Calmado y sereno despues de haber perdido el control durante unos segundos, el enmascarado, con una voz triste y quebrada dijo;
—Ustedes pecadores no entienden mi labor, son unos seres tan carentes de visión hacia la verdadera salvación, corderos sin pastor alguno, perdidos en el abismo sin fin que es el pecado… Pero no temas, yo estoy aquí. Mi trabajo como guía es hacerles ver sus errores, hacer que abracen la redención y convertirse en lo que siempre debieron haber sido desde el momento de su concepción —continuó el enmascarado— Personas sin defectos. Libres del fracaso. Perfectos.
Al terminar de hablar, durante unos momentos, el enmascarado quito su mirada de Javier y voltio a ver al techo, a la gota de agua que caía lentamente de la lúgubre piedra de la mazmorra.
—¿Hace unos momentos dijiste que era un asesino verdad? Bueno, eso no podía ser más erróneo. Es todo lo contrario en realidad. Les estoy dando una nueva vida, con un verdadero, y magnifico propósito; Un comienzo sin defectos— Dijo el enmascarado con una voz suave y melancólica. Al terminar de hablar, el hombre con la máscara negra se le ocurrió una idea, como si una musa hubiera susurrado en su oído como inspiración —. De hecho… ¡Porque no te lo muestro! para que asi veas con tus propios ojos la perfección.
El hombre se levantó de la silla, dirigiéndose a paso rápido a la mujer en la mesa sin vida. El enmascarado hizo algunos gestos de estiramiento antes de continuar, luego extendió sus manos con delicadeza, para proceder a meter sus dedos en el cráneo de la mujer fallecida. El gelatinoso cerebro comenzó a tambalearse por la fuerza ejercida por el misterioso hombre, hasta que el cerebro y sus pliegues naturales se separaron del cráneo.
En el centro de la habitación iluminada con velas tenues, un hombre con un cerebro en sus manos estaba parado, exponiendo como un trofeo valioso el cerebro de la mujer sin vida. Para luego vendarlo como si fuera un regalo y ponerlo donde los brazos y piernas de la mujer.
—Ahora, mi dulce princesa, vas a renacer como una hermosa mariposa. Libre de imperfecciones— Dijo El enmascarado mientras besaba la mejilla de la mujer con su mascara — Se libre del dolor de la perdida, del dolor del rechazo, del dolor del amor no correspondido, del dolor de una vida sin propósito, del dolor de la derrota, del dolor de la traición, y del dolor de el arrepentimiento.
Cuando el enmascarado terminó de hablar, su mascara empezó a emitir un chillido, y con el un brillo color carmesí impregno toda la mazmorra.
La luz segó a Javier por completo, aterrorizado por los acontecimientos, aún seguía sin emitir ningún sonido, no sabia que estaba pasando. No quería saber que estaba pasando. Solo quería ir a casa con sus padres y abrazarlos.
El segador brillo se detuvo, Javier ya podía ver la horripilante escena frente a él. Un líquido negro alquitrán estaba saliendo de la mascara del asesino, cubriendo el cuerpo de la mujer sin vida.
El líquido termino por devorar el cuerpo de la mujer. Ningún rastro quedo de ella.
—¡Maravilloso!, ahora mi dulce princesa… Despierta.
Con un chasquido el hombre comandó al líquido negro que estaba en la mesa. Poco a poco, el líquido comenzó dar forma a una mujer.
Ahí estaba, una mujer joven en sus veinticinco años estaba sentada en la mesa, en la que hace unos momentos estaba sin vida, completamente desnuda. Sus ojos color avellana y su corto pelo claro castaño se podían apreciar en todo su esplendor. La joven estaba sonriendo plácidamente a Javier.
—Ahora dulce princesa, dile hola a tu futuro príncipe azul.
—Hola ~, No puedo esperar al gran baile que el señor Obispo nos tiene preparados… ¡Estoy emocionada! — Dijo la Joven a Javier, con aparentemente una emoción genuina e impaciente.
En una silla amarrado, Javier estaba confundido ante la situación que estaba ocurriendo. Como era posible que una mujer que fue brutalmente asesinada hasta hace unos momentos, ahora estuviera en perfecto estado. No podía entender la situación a la que estaba siendo sometido en absoluto.
—Esta es la perfección de la que estaba hablando. Ahora esta princesa es un alma libre de pecado. Sin defectos. Pura —Dijo el Obispo con un claro tono de satisfacción —Ahora, una princesa no puede quedarse sin su príncipe. Así que voy a empezar de una vez tu Redención.
El Obispo enmascarado, fue a la mesa en donde sus herramientas se encontraban. Entre varias opciones que tenía disponibles, al final decidió agarrar un martillo para cincelar.
Estuvo durante un tiempo contemplando el martillo, frotando el pomo suavemente con sus manos sintiendo los relieves de la madera, para luego voltear a ver a Javier por última vez.
—H-hey, que vas hacer con ese martillo… Por favor, podemos hablar de-e esto, no hace falta llegar a estos extremos. Por favor, Por favor, se lo suplico, déjeme ir no le diré a nadie, no le diré a nadie por favor, se lo imploro — Javier sollozó sumisamente en desesperación, sus lágrimas no paraban de bajar por sus mal heridas mejillas.
—No tengas miedo, esto es solo el primer paso hacia la redención. Pero como sabrás… Para alcanzar una redención, la persona tiene que someterse a un sacrificio. A un castigo. —Dijo el obispo con un tono elegante y calmado. Su agarre se fortaleció para lo que estaba a punto de hacer. Hasta finalmente, estar a pocos centímetros de Javier—. Vas a convertirte en una de mis obras maestras. Formarás parte de la tarea que me fue encomendada, como parte de mis bailarines estrella. Para finalmente ser un ser… Sin defectos.
El brazo en donde el enmascarado tenia el martillo, se alzó a lo mas alto, para después con una fuerza super humana estamparse con la cara de Javier. Sangre empapó la mascara del obispo. Los ojos de Javier, debido a la fuerza brutal del golpe, se salieron de sus cuencas.
—Vamos, vamos, esto solo es el inicio. Espero que tu vida llena de pecado haya valido la pena.
El obispo desencajo el martillo del cráneo dividido de Javier. Materia gris se podía encontrar incrustada en el martillo. Una leve respiración aun podía escucharse del hombre amarrado
—¿Eres un hombre duro de roer eh? ¡No podía esperar menos del pequeño peleador que puso resistencia!
Otro golpe siguió del anterior, esta vez con mas fuerza. El martillo para cincelar impactó otra vez en el cráneo de Javier, esta vez una salpicadura de sangre a montones fue liberada por la fuerza del golpe. Mas sangre había salpicado en el obispo.
—No, aún no, no es suficiente… Me llamaste asesino maldito pecador de mierda… ¡Aun no has pagado tus pecados!
Otro golpe con locura le siguió al anterior, esta vez, el golpe fue mas directo y preciso. La mandíbula de Javier se había despegado de su cara, y los ligamentos de los músculos era lo único que hacía que la mandíbula no cayera al suelo.
—Arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete, arrepiéntete… ¡ARREPIÉNTETE!
Sucesivos golpes en frenesí, fueron lanzados contra el hombre ya sin respiración alguna. Sin ninguna forma en particular, solo golpes con una inmensa furia resonaban la húmeda mazmorra.
Sangre a chorros y los impactos de un martillo a la carne inundaban el lúgubre lugar. Cuando el obispo termino con la cabeza, paso al pecho, cuando su pecho y órganos fueron destrozados, paso a sus brazos, cuando termino de pulverizar los brazos, paso a sus piernas. Los golpes uno seguido del otro no paraban de impactar a la plasta de carne que Javier se había convertido.
Despues de un tiempo, un hombre bañado en su totalidad en sangre y restos de carne, estaba hincado en el piso. Su respiración tambaleaba por la ardua actividad física que había sometido a su cuerpo.
—doscientos treinta y cuatro golpes— Murmuró el obispo—. Un numero justo al castigo de los pecados del futuro príncipe.
En eso, el sonido de una puerta metálica sonó a las espaldas del obispo. De la puerta un misterioso hombre en capucha blanca había entrado a la mazmorra
—Obispo Carmine… ¿Estan los próximos candidatos listos para “El baile”? — Dijo el hombre encapuchado, asqueado ante la horripilante escena enfrente de sus ojos. — Te dimos cierto lapso de tiempo para la preparación, no nos decepciones.
—Inquisidor Iceman, ¿es que acaso en tu iniciación no te enseñaron modales? Antes de entrar a una habitación ajena, toca la puerta— Dijo Carmine regañando a Iceman por su falta de modales—. De hecho, llegas justo a tiempo, acabo de convertir en una renacida a la princesa. En cuanto al príncipe…
El líquido negro viscoso volvió a salir de la máscara del Obispo Carmine, dirigiéndose a la plasta de carne que antes era Javier.
—Eres un suertudo, podrás contemplar la perfección también.
Cuando el líquido negro alquitrán negro terminó por engullir la plasta, Carmine chasqueo los dedos. El líquido empezó a cambiar de forma a la de un hombre. El líquido alquitrán se había convertido en un hombre en sus veintisiete años. Con pelo negro y ojos marrones. Su tez blanca estaba completamente al desnudo, sin ningún rastro de ropa.
—Ahí los tienes, todos tuyos.
Carmine se despidió de la pareja convertidas en renacidos con un ligero movimiento de su mano a los lados.
La pareja, se agarro de las manos felices, con aparente desconocimiento de lo que les había sucedido. Era como si todo este tiempo, estaban destinados para este preciso instante en sus “vidas”, para estar juntos. La pareja se acercó a Iceman esperando ordenes.
—Puta madre, no se como funciona tu nigromancia, pero cada vez que veo el resultado no puedo evitar sentir escalofríos — Dijo el inquisidor Iceman, anonadado de la situación —. Tu nigromancia es única en su clase, diría que no existe ningún proxy capaz de igualar tal nivel de habilidad en nuestra orden.
—Agradezco tus halagos señor inquisidor. Usted también es una potencia como tal, a tan corta edad, subió los escalones de la orden siendo alguien totalmente repudiado por nuestros hermanos. Su habilidad con la espada es… Inigualable en todo Argos. —Dijo Carmine con sinceridad— En fin, me gustaría seguir charlando, pero como podrás ver, estoy hecho un desastre, mi mantel no sirvió de nada para amortiguar la sangre y mi hermosa camisa negra y pantalones de vestir de alta calidad sufrieron el precio… Asi que eres libre de llevártelos y hacer la coreografía que les enseñe a los renacidos.
Iceman se dedicó a asentir a Carmine, sin pronunciar ninguna palabra, para acto seguido llevarse de la mazmorra a las estrellas del gran baile.
Una vez estando completamente solo Carmine, pensó para sus adentros; <