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Chapter 218 - Capítulo 62: Revelaciones Oscuras

El trayecto en el vehículo blindado era tenso. John se retorcía incómodo en su asiento, su mejilla aún enrojecida por el bofetón de Laila, una humillación que le escocía más que el dolor físico. La boca, sin embargo, ya mostraba signos de la asombrosa regeneración Valmorth, la carne de su lengua comenzando a unirse, aunque el dolor persistía como un recordatorio. Costantine y Hiroshi lo observaban con un desdén silencioso.

—¿Qué demonios pasó anoche? —gruñó John, su voz aún pastosa, mirando a sus hermanos—. Estaba con unas chicas, se oían gritos y golpes abajo, como una pelea de animales, pero me dio una pereza horrible bajar a ver, supuse que la vieja estaba "educando" a algún sirviente, ¿quién fue el pobre diablo esta vez?

Hiroshi lo miró sin parpadear, su rostro impasible. —Fue Alistair. Lo mataron.

John se quedó boquiabierto, el alcohol y la resaca por un momento olvidados ante la brusquedad de la noticia. Sus ojos, aunque irritados, se abrieron de par en par. —¿Alistair? ¿Muerto? Pero... ¿por qué? ¿Y qué gritaban entonces? ¿Por qué se escuchaba tanto alarido si solo fue él? —preguntó, su voz subiendo de tono, la sorpresa genuina mezclada con una curiosidad mórbida—. ¿Cómo fue que lo mataron? ¿Y por qué Madre no dijo nada, solo me abofeteó?

—No te abofeteó por Alistair —espetó Costantine, su voz un filo de hielo—. Te abofeteó por ser la desgracia que eres, por manchar el apellido con tus vicios y tu miseria.

—Y en cuanto a Alistair —continuó Hiroshi, ignorando la interrupción de Costantine y la indignación de John—, no fue una simple muerte. Madre lo... recuperó.

John lo miró con confusión. —¿Recuperó? ¿De qué hablas? ¿Lo revivió? ¿Para qué? ¿Qué hizo ese idiota para que la vieja se molestara tanto?

El vehículo se detuvo en un distrito más sombrío de la ciudad, lejos de las luces y el glamour. Costantine se giró lentamente hacia John, su mirada ahora más afilada, un brillo peligroso en sus ojos carmesí.

—¿Sabes, Costantine? —dijo Hiroshi, su voz sorprendentemente tranquila, casi como un susurro que no era para John, sino para su hermano—, hace unas semanas, John intentó... propasarse con Hitomi. Estaba ebrio, por supuesto, como siempre.

Las palabras resonaron en el pequeño espacio del auto. John palideció, la poca sangre que le quedaba en el rostro se escurrió. Intentó balbucear una negación, pero Costantine no le dio oportunidad. Su puño salió disparado con una velocidad brutal, impactando directamente en la nariz de John. El crujido húmedo fue repugnante, la sangre brotó al instante, salpicando el asiento y la ropa de Costantine.

—¡Maldita sea! —gritó John, llevándose las manos a la cara mientras la sangre se filtraba entre sus dedos.

Costantine abrió la puerta del vehículo y arrastró a John hacia afuera sin miramientos, lanzándolo contra una pared en un callejón oscuro y maloliente. Hiroshi los siguió en silencio, observando con una quietud escalofriante.

—¿Abusar de nuestra hermana? —rugió Costantine, la furia distorsionando su normalmente impasible rostro, una rara grieta en su fría fachada. Cada palabra era un golpe, cada golpe una humillación física—. ¿De nuestra sangre, miserable gusano? ¿Creíste que nadie se enteraría de tu asquerosa debilidad? ¿Creíste que podías tocar lo que es nuestro?

Costantine desató una lluvia de puñetazos sobre John, cada impacto resonando con un sonido sordo y asqueroso en el callejón. La cara de John se deformó bajo la brutalidad, sus gemidos se mezclaban con el sonido de la carne y los huesos. Costantine no buscaba matarlo, no aún; buscaba infligir el dolor, la humillación que él creía merecida.

—¡Eres una vergüenza para el linaje! —escupió Costantine, tirando a John al suelo y pateándolo en el costado—. ¡Una rata inmunda que solo piensa en sí mismo, en tus patéticos placeres! ¡Ama Hitomi es sangre Valmorth! ¡Ella es de Madre! ¡No tuya para que la uses como una de tus putas!

John se acurrucó, sollozando, el rostro magullado y sangrante. —Lo siento… no fui yo… estaba ebrio…

—¡Cállate! —bramó Costantine, su voz llena de un desprecio absoluto—. No te disculpes, arrástrate. Tu debilidad es imperdonable.

Hiroshi, que había permanecido en silencio hasta entonces, habló con su voz calma: —Ya es suficiente, Costantine. Madre nos necesita. El tiempo apremia para encontrar al Búho.

Costantine se detuvo, su respiración agitada, la furia aún ardiendo en sus ojos, pero la lógica de Hiroshi lo ancló. Se limpió la sangre de los nudillos en la ropa de John con un gesto de repugnancia.

—Levántate —ordenó Costantine a John, su voz ahora gélida de nuevo, el brote de furia contenido

—. Tenemos un trabajo que hacer.

John se puso de pie a duras penas, tambaleándose, el cuerpo dolorido, la cara hinchada y amoratada, la sangre aún manando de su nariz rota. Los tres hermanos se dirigieron de nuevo al vehículo blindado, el ambiente aún más cargado de lo que había estado antes.

El coche los llevó a un laberinto de calles estrechas y edificios iluminados con luces de neón, un distrito de clubes nocturnos y vicio. El aire vibraba con música estridente y el murmullo de voces. El "Búho" era un fantasma que habitaba las sombras de estos lugares.

Descendieron del vehículo, la presencia de los tres Valmorth, incluso con el maltrecho John entre ellos, imponía respeto y una tensión inmediata. Costantine ajustó su chaqueta, su mirada recorriendo la multitud. Hiroshi mantenía una postura vigilante, observando cada rostro. John se limitó a seguir, su cabeza gacha, su propia vergüenza y dolor eclipsados por el miedo a sus hermanos y la furia de su madre.

—¿Dónde diablos se esconde esta criatura? —murmuró Costantine, la música intentando ahogar sus palabras.

—Sabremos encontrarlo —respondió Hiroshi, sus ojos buscando entre las caras, una paciencia innata en su ser—. El Búho es el rumor que susurra en cada esquina. Y la información, siempre tiene un precio.

La noche apenas comenzaba para los hermanos Valmorth, y la búsqueda de su informante, y en última instancia, de Hitomi, los llevaría a los rincones más oscuros de la ciudad.

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