Cherreads

Chapter 2 - Capítulo 1: Primer día

—Muy bien —dijo Hoshigaki Daikicon voz firme y una sonrisa animada—. Ahora tenemos una estudiante transferida que se une a la academia. ¡Denle una cálida bienvenida!

Unos cuantos aplausos perezosos resonaron en el aula, más por reflejo que por entusiasmo. La niña de pelo largo y rojo, de pie frente al grupo, respiró hondo.

—Me llamo Kushina Uzumaki... de verdad.

La última parte se le escapó con un leve "dejo" que la hizo abrir los ojos de par en par. Inmediatamente se tapó la boca, con las mejillas rojas de vergüenza.

—¿Viste su pelo?

—Sí... tan rojo que incluso brilla.

—¡Shh! Su pelo es rojo... Es del clan Uzumaki. Si te atreves a ofenderlos te van a hacer papilla...

Los Uzumaki no eran un clan cualquiera. A pesar de que eran raros en Konoha, su fama como usuarios de fūinjutsu (técnicas de sellado) era tan conocida como temida. Nadie en su sano juicio querría meterse con ellos... al menos no sin pensarlo dos veces.

El susurro fue rápido, casi temeroso, y provocó que varios se enderezaran en sus asientos.

Y entonces, un chico de rostro amable y mirada brillante, con cabello rubio corto y despeinado, se levantó de su pupitre. Se tocó el pecho con una mano y declaró con convicción:

—¡Yo también quiero convertirme en un gran Hokage que toda la aldea respete!

Kushina parpadeó. Ese chico... ¿quién era?

Un murmullo cruzó el aula:

—Ese es Minato Namikaze...

—Ah, el chico prodigio de nuestra clase.

—Siempre está entre los primeros… y es demasiado amable. Es raro.

Minato notó todas las miradas sobre él, se rascó la nuca y soltó una risa torpe.

—Jeje… sólo dije lo que sentí, nada más.

Hoshigaki Daiki asintió satisfecho.

—Eso es lo que me gusta oír. Kushina, busca un lugar libre y siéntate. Vamos a iniciar la clase.

Los ojos de Kushina recorrieron el aula. El lado derecho estaba lleno, el izquierdo también.

Caminó hacia allá bajo la mirada curiosa de algunos estudiantes, mientras otros evitaban hacer contacto visual.

El chico con quien compartiría mesa tenía el cabello dorado y liso que le caía hasta los hombros. Apoyaba el rostro en una mano con postura relajada.

Ella decidió romper el hielo. Mito le había dicho que debía integrarse, ¿no?

Se giró un poco hacia él.

—Hola… soy Kushina.

El chico giró levemente el rostro y la observó con calma.

—Hola. Mi nombre es Kallen.

No parecía incómodo por sentarse junto a ella. De algún modo, eso la alivió.

—Encantada de conocerte.

Kallen la miró un segundo más, como si la estuviera evaluando silenciosamente, y luego asintió con lentitud.

—Igualmente.

Sin añadir nada más, desvió la mirada. Volvió a apoyar la cara en la mano y fijó los ojos en el frente.

Mientras el profesor comenzaba a explicar los principios básicos del chakra.

A su lado, Kallen no parecía especialmente atento, pero tampoco distraído. Aunque sus ojos seguían al maestro.

—No te preocupes —murmuró de pronto, sin mirarla directamente—. No todos aquí son idiotas. Solo hacen ruido al principio.

—¿Sí? Pues a mí me parecieron todos iguales.

Se lanzaron pequeñas preguntas entre pausas del maestro.

Kushina dudó por un momento, ya no sabía qué tema podría hablar.

—¿Y tú? ¿Por qué decidiste venir a esta academia?

 

Kallen levantó la mirada hacia ella, pensativo.

—Quiero ser más fuerte. Proteger a la gente que me importa. ¿Y tú?

Ella sonrió con un poco de timidez.

—Algo parecido. Quiero poder proteger a mi familia… y demostrar que puedo valerme por mí misma, no solo ser la chica consentida de la familia.

—A veces siento que todos esperan que sea débil, que dependa de los demás… pero no quiero eso.

Él la miró con una leve sonrisa, sincera.

—Entonces demuéstrales que están equivocados. Yo también tengo a alguien a quien proteger, y por eso estoy aquí.

Justo en ese momento, sonó la campana.

Ambos se separaron, casi con resignación.

Tal vez… el día no sería tan terrible como imaginó.

Iba de buen humor, incluso pensó que tal vez no tendría tantos problemas en su primer día.

Apenas terminó la clase y el profesor salió del aula, empezaron los susurros. Las risas.

Cuando se giró, ya estaban allí. Un grupo de tres chicos que claramente no sabían lo que era el sentido común.

—Oye, niña tomate —escupió uno, con esa sonrisa fea que suelen tener los que se creen graciosos.

—¿Tomate? —Kushina parpadeó, sin entender.

—A partir de ahora ese es tu nuevo nombre —dijo otro, cruzado de brazos—. Con esa cara redonda y ese pelo rojo… pareces uno.

—¡Es cierto!

—Ningún tomate se convierte en Hokage.

—¡Además, odio los tomates! —añadió otro, exagerando el asco—. Siempre los saco de mi ensalada.

—¡Jajajaja!

—Un tomate apestoso como tú jamás será aceptado.

—¡Menos como Hokage!

Kushina apretó los puños. Tragó saliva.

La voz le temblaba por dentro, pero sus ojos seguían encendidos.

Iba a responder. Iba a decir algo. A golpear a alguien tal vez.

Pero no tuvo que hacerlo.

Una sombra se alzó detrás del chico que había hablado más alto.

Una mano firme lo sujetó del cuello de la camiseta y lo jaló hacia atrás.

—Tú no tienes derecho a decir esas palabras.

Era Kallen.

Su voz sonó tan calmada como siempre… pero algo en sus ojos, en esa mirada afilada y directa, hizo que el chico se confundiera.

Lo miró con desprecio, como si fuera una cucaracha que accidentalmente pisó.

El chico palideció al instante.

—¿T-te crees muy valiente por defenderla? —intentó decir, pero su voz temblaba.

—No —dijo Kallen, soltándolo—. Solo me parece patético que necesites un grupo para molestar a una sola persona.

Se giró hacia Kushina, y su mirada se suavizó un poco.

—Vamos. No vale la pena escucharlos.

Kushina no dijo nada y lo siguió en silencio.

More Chapters