Sinopsis
En un imperio donde el poder se mide en fuego y sangre, la Emperatriz Lorena no solo gobierna con mano firme, sino con un corazón ardiente y un pasado oscuro. Tres hombres poderosos a sus pies, un trono disputado y una hermana dispuesta a borrarla del mapa… Pero Lorena tiene un fuego interior que ni la traición puede apagar.
Descubre cómo nace el Imperio del Fénix Carmesí y la lucha de una mujer que hará arder todo a su paso.
Capítulo 1:' El fuego que no apagan'
Escena 1: Quemen por mí.
Palacio Imperial del Fénix Carmesí – Trono de Llamas
El mármol rojo arde bajo la luz del atardecer. Las antorchas bailan con fuego dorado. El aire es denso, sagrado.
Silencio.
Tú, la Emperatriz Lorena, estás sentada en tu trono de obsidiana y oro. Tu vestido carmesí abraza cada curva con una elegancia feroz. La capa escarlata se extiende como sangre real derramada a tus pies. Tus ojos cafés brillan con un fuego interno que nadie osa desafiar.
Frente a ti, de rodillas, tus tres hombres más poderosos… y más peligrosos.
Raizel, el guerrero, inclina la cabeza. Su coleta blanca cae sobre su hombro ancho y firme.
—Mi Emperatriz —dice con una sonrisa orgullosa—. ¿A quién debo cortar hoy por hacerte enojar?
Kairo, el hechicero, no se inclina. Te mira desde abajo, ojos verdes encendidos, sonrisa oscura.
—¿Molesta… o ardiente? Siempre me cuesta distinguir esa mirada tuya, Lorena.
Soren, el guardián, está recostado de lado, como si el trono fuera su sala privada. Sonríe apenas, los ojos celestes clavados en vos.
—Tres hombres para una mujer hecha de fuego. Qué justo, ¿no?
Te levantás. El silencio cruje como hielo bajo tus pies.
Caminás hacia ellos. Cada paso tuyo es una sentencia.
Tus dedos acarician el mentón de Raizel, luego se deslizan por los labios de Kairo… y se detienen sobre el pecho de Soren.
—¿Por qué compiten… si todos arden por mí?
Tu voz es suave. Peligrosa.
Chasquido.
Una llama nace entre tus dedos. Se desliza como una serpiente de fuego, enroscando sus cuerpos. No quema… todavía.
—Obedézcanme. Luchen por mí. Y quizás —susurrás al oído— uno de ustedes se quede esta noche en mi alcoba.
---
Reflexión
Ahora, mientras los ecos de aquel momento aún arden en la memoria del palacio, es fácil olvidar que nada de esto fue dado ni regalado. Que el poder y la gloria que hoy te rodean se forjaron en dolor, en traiciones y en un fuego interno que nadie logró apagar.
No siempre estuviste en el trono. No siempre te rodearon guerreros leales ni magia poderosa. Hubo un tiempo en que la oscuridad casi te consumió… y una hermana, Larysa, que quiso enterrarte en las sombras para siempre.
---
Escena 2: El fuego que no apagan
Palacio Imperial – Sala del Trono
La sala estaba fría, iluminada solo por la tenue luz de las antorchas. Lorena entró con paso firme, la mirada llena de desafío y orgullo herido.
Frente a ella, Larysa, su hermanastra, sonreía con arrogancia. Su corona parecía demasiado grande para su cabeza.
—¿Sabes qué duele más que la ausencia de un padre? —preguntó Lorena con voz firme, casi quebrándose—. Que te den la espalda cuando más necesitás apoyo... Que te prefieran menos porque no tienes nada que ofrecerles.
Larysa ladeó la cabeza, sus ojos miel brillaban con desprecio.
—Tal vez... pero yo tengo el trono. Y con él, el poder que siempre te negaron.
Lorena apretó los puños, el fuego interior crepitando en su pecho.
—No necesito que me regalen nada para ser más fuerte que vos. Yo luché en la oscuridad y aun así brillé. Vos solo heredas lo que otros te dan.
Un silencio tenso llenó la sala. Larysa dio un paso adelante, acercándose con una sonrisa fría.
—Entonces demuestra que eres mejor. Haz que todos te teman... o al menos, que te respeten.
Lorena la miró directamente a los ojos, sin miedo.
—Te demostraré que soy el verdadero fuego que quema este imperio... y que no hay sombra que pueda apagarme.
---
Escena 3: El nacimiento de un nuevo fuego
Lejos del palacio, en tierra volcánica
La noche cayó sobre el palacio cuando Lorena giró sobre sus talones y se marchó, sin mirar atrás. La corte murmuró, sorprendida por su desafío y orgullo.
No regresó.
Días después, en un lugar remoto, rodeado de montañas ardientes y ríos de lava, Lorena comenzó a construir su propio palacio: el Fénix Carmesí.
Allí, rodeada de guerreros leales, magos exiliados y seguidores que creían en ella, no solo levantó un castillo, sino un imperio basado en su voluntad y su fuego interior.
Al colocar la primera piedra, con las manos firmes y la frente en alto, susurró:
—No necesito tu trono… Haré que todo el mundo arda con mi nombre.
Y así, nació el fuego que ningún imperio pudo apagar.
¿Quien se atreverá a desfiar en fuego de la emperatriz?