Cherreads

Chapter 10 - Fragmentos de un pasado incierto… y el susurro de Uke Mochi

Entre conversaciones extrañas y personas un tanto... peculiares, el tiempo pasó volando.

Los momentos incómodos quedaron atrás como si nunca hubieran existido.

Pensé que, después de todo lo que había pasado, quizás no era la mejor idea cenar en esta casa… pero, para mi sorpresa, la comida estaba increíble.

Tenía ese sabor único…

…nostálgico.

Como si cada bocado despertara algo dormido dentro de mí.

Y entonces, ocurrió.

Pequeños fragmentos de un recuerdo que creía perdido regresaron de golpe a mi mente.

Una mujer…

De cabello blanco como la nieve recién caída.

Su sonrisa era cálida, y su voz suave como una canción de cuna.

—Haruki, mi pequeño niño de primavera… algún día serás alguien grandioso y bondadoso.

Me duele tanto no poder estar contigo cuando eso suceda…

Palabras lejanas… y sin embargo, tan profundas que algo dentro de mí dolió sin razón.

No tengo muchos recuerdos de mi infancia.

En realidad… casi ninguno.

Lo poco que conservo empieza con Kaori- san y Ojii-san.

Antes de eso…

Solo me veo a mí mismo.

Un niño de cinco años, cubierto de tierra, con el estómago vacío y los ojos rojos de tanto llorar.

Abandonado en un parque…

Escondido bajo uno de esos juegos oxidados…

Y sí… estaba lloviendo.

Según un libro que leí alguna vez, los niños a veces bloquean los recuerdos dolorosos de su niñez como un mecanismo de defensa.

Tal vez ese sea mi caso… aunque no estoy del todo seguro.

Fue en aquel momento oscuro que conocí a Hiroshi Kiryuu, el hombre que me trató con una amabilidad tan cálida que parecía irreal.

Él no solo me rescató…

Me adoptó como su nieto.

Me dio un hogar, un nombre… y un propósito.

Siempre pensé que me consentía demasiado. Cualquier cosa que pedía, él la cumplía.

Nunca entendí por qué se preocupaba tanto por mí.

Solo era… un huérfano más.

Y aun así, para él, yo era su tesoro.

Pensar en eso hizo que algo dentro de mí se encogiera.

No importa cuánto tiempo pasara, había heridas que simplemente no sanaban.

Quizás por eso dudaba tanto de mi valor…

Quizás por eso, ahora que alguien más confiaba en mí… me sentía tan abrumado.

Pero no podía quedarme atrapado en el pasado para siempre.

No si quería saber la verdad.

Después de la cena, los Hanabira-sama me entregaron un pequeño cofre y un diario.

El cofre tenía el tamaño de una caja de zapatos.

Estaba hecho de madera oscura, decorado con grabados en un idioma que no reconocía…

…y símbolos que parecían… ¿frutas?

—Mmm… sí, definitivamente frutas. —murmuré mientras lo observaba con cautela.

Conversé un poco más con ellos, aunque no sirvió de mucho… solo hablaban en acertijos, igual que Ailany.

Al final, simplemente me fui a la habitación que me habían preparado.

Mi corazón latía con un ritmo inusualmente acelerado.

Supongo que no era para menos…

Mañana comenzaría un viaje hacia un mundo completamente desconocido para mí.

El cuarto de almacenaje...

…no era un cuarto. Era más como un santuario ancestral del polvo y las telarañas.

Había cajas apiladas en las esquinas, algunas tan viejas que parecían reliquias de una civilización extinta. Un futón enrollado —con una dudosa mancha sospechosa en la esquina— descansaba sobre un tatami desgastado que crujía cada vez que daba un paso.

Un viejo calendario del año 2004 colgaba torcido en la pared, con una imagen de un campo de arroz al atardecer. Encima de un estante había una figura de un tanuki… con ojos que parecían seguirme.

—¿Esto... es una prueba? —murmuré, tratando de convencerme de que no estaba siendo maldecido por el espíritu de algún antepasado olvidado.

En el aire flotaba una mezcla entre incienso viejo, madera húmeda… y algo más que no quería identificar.

Y pese a todo, no era tan horrible como debería.

Tal vez era por la ventana que daba justo al campo iluminado por la luna, o por el leve sonido de los grillos cantando allá afuera. A pesar del caos, había algo cálido… acogedor.

“Bueno...al menos no hay ratas. ¿Verdad...?”

Justo en ese momento, escuché un pequeño "chuii" entre las cajas.

—¡Ah… claro! ¿Por qué no?

More Chapters