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Chapter 11 - El Peso de un Error

El ambiente cambió por completo.La brisa que momentos antes acariciaba el campo se detuvo de golpe, como si el mismo viento hubiera contenido el aliento.El murmullo de los estudiantes cesó.Una tensión sutil —pero creciente— se apoderó de cada rincón, filtrándose en la piel, en los huesos, en la mirada de todos los presentes.Todos sabían que debían prepararse para lo que estaba por venir.

—Haré que los daños colaterales sean mínimos —dijo el director Kurogane con calma, chasqueando los dedos.

Un destello esmeralda surcó el aire.

En ese instante, una barrera de energía se alzó a su alrededor.Un círculo verde, casi transparente, brotó del suelo y envolvió todo el campo como una cúpula viva.Un leve zumbido resonó en el aire, vibrando con una frecuencia que parecía cortar el pensamiento, como si el mismo espacio contuviera la respiración.

Los profesores se movieron con precisión, como si siguieran una coreografía ensayada mil veces.Cada uno tomó su posición en una de las esquinas del campo.Sus miradas se clavaron en el centro, firmes, severas, como si fueran guardianes de un ritual antiguo.

—¡Vamos! ¡No me decepcionen! —gritó la profesora Irene Mizuki, alzando ambas manos.

Su voz retumbó como un tambor de guerra, mezclando emoción y amenaza.El tono no permitía dudas: esperaba lo mejor.La energía que irradiaba encendía los ánimos, despertando la adrenalina como una chispa en un campo seco.

A unos metros, el profesor Thomas Saito no pronunció palabra.Sus brazos cruzados, el rostro inexpresivo… pero sus ojos decían otra cosa.

A simple vista, parecía indiferente.Pero en su mente, un pensamiento lo atravesaba con fuerza:

"Espero que, aunque haya sido poco tiempo… hayan aprendido algo.Y que sepan manejar lo que está por venir."

Un silencio casi ritual precedió el acto final.Hasta los más inquietos parecían haber olvidado cómo moverse.Los corazones latían rápido, pero nadie respiraba muy profundo.Era el tipo de calma que solo existe justo antes del caos.

El director Kurogane, tras completar la barrera, retrocedió lentamente.Sus pasos resonaban suaves, casi ceremoniales, como si marcara el fin de la calma con cada pisada.

Se detuvo en el centro exacto.Erguido.Firme.Con la solemnidad de un juez.

Y entonces, sin necesidad de elevar la voz, alzó el dedo índice al cielo.

—Que el examen... comience.

Todos comenzaron a correr.El suelo vibraba bajo la avalancha de pasos, como un tambor de guerra que resonaba en los huesos.Algunos gritaban sin pensar. Otros jadeaban con desesperación, empapados de sudor y tensión, como si cada respiro les costara la vida.

Los estudiantes de cuarto y quinto grado no dudaron:se lanzaron como depredadores hacia los de primer grado, con una ferocidad casi instintiva, dispuestos a aplastar toda resistencia.

Segundo y tercer grado, en cambio, se atrincheraron en sus zonas, formando círculos defensivos.Esperaban. Observaban. Calculaban.

Pero Ash y su grupo…

No retrocedieron.

—¿¡Por quién nos toman, malnacidos!? —rugió Kai, saltando con fiereza hacia los enemigos.Sus ojos ardían. Su voz rompía el aire como un rugido animal.

La ofensiva comenzó.

Amadeo y Freya sincronizaron sus magias, y una luz vibrante recorrió el cuerpo de Aurora.Ella sonreía con los ojos encendidos de emoción.No había miedo. Solo adrenalina.

Lili, con ambas manos firmes contra el suelo, alzó una prisión de tierra alrededor del grupo.Rugió la tierra al levantarse.Sólida como un muro. Inquebrantable.Protección perfecta en medio del caos creciente.

—Veamos qué tan fuertes son los "superiores" —dijo Aurora entre carcajadas.Su aura llameante danzaba como humo vivo, envolviéndola como una corona de fuego.Sus ojos brillaban. Cada paso suyo parecía marcar el ritmo del incendio.

Ash zigzagueaba entre los ataques enemigos.Sus movimientos eran fluidos, precisos, casi espectrales.No dejaba rastro. No perdía energía.

Una patada cruzó el aire y pasó rozando su cabeza.Estuvo a punto de caer, pero una mano lo sostuvo.

—¡Te tengo! —gritó Kai, sujetándolo con firmeza.

Con un giro veloz, lo impulsó hacia un grupo rival.Ash voló como un proyectil, girando en el aire con la precisión de un cuchillo lanzado por un experto.

Kai, entonces, activó su elemento fuego.

Un aura rojiza, ardiente y translúcida lo envolvió por completo.Era como ver una llama humana caminando, furiosa y viva.El calor a su alrededor distorsionaba el aire, como si la realidad misma vacilara.

Un mago de tercer grado intentó detenerlo, invocando un gigantesco gólem de piedra que cayó pesadamente frente a ellos.El suelo tembló bajo su impacto.

—¡Toma esto! ¡Y esto! —gritó Kai, golpeando con ambos puños la cabeza del gólem,y luego rematándolo con una brutal bola de fuego directa al pecho.

¡BOOM!El gólem estalló en fragmentos de roca y humo.

El invocador, temblando, retrocedió con la boca abierta.

—¡Es... imposible!

En medio del alboroto, Ash se desplazaba con una elegancia silenciosa.Su cuerpo parecía bailar con la batalla, sin esfuerzo, sin violencia.

No atacaba. No brillaba. No dejaba huella.Solo esquivaba. Empujaba. Desarmaba sin dañar.Pasaba entre los combates como un susurro.

Y entre cada movimiento, murmuraba como un mantra:

—No debes destacar… no debes destacar…

Mientras tanto, Aurora chocaba espadas con un estudiante de quinto grado.

El estruendo del acero al chocar envolvía el aire.Los dos cuerpos se movían como reflejos, iguales en fuerza, distintos en intención.

—Disculpe, señorita, pero no me está permitido perder —dijo el joven con una sonrisa nerviosa, forzada, casi temblorosa.

—Entonces no te disculpes… si ya has perdido —replicó Aurora, con una sonrisa salvaje y segura.

Con un giro firme, bloqueó el ataque y rompió su espada de madera con un contraataque limpio.El siguiente golpe fue directo al abdomen.Un impacto seco. Certero. Final.

El joven salió volando varios metros y cayó fuera de combate.No se volvió a levantar.

El campo entero era un caos.El aire estaba saturado de humo, polvo y magia residual.Estudiantes caían uno tras otro, sin importar su grado.Gritos, crujidos, y estallidos de energía llenaban el ambiente.

Segundo y tercer grado seguían juntos, pero sus formaciones temblaban.Se aferraban a la defensa, como a un escudo de papel.Sus rostros mostraban dudas… y miedo.

Desde las esquinas, los profesores observaban con seriedad.Ninguno intervenía.No podían.

Era impactante.Nunca antes un grupo de primer grado había resistido tanto.

Pero aquello ya no parecía una prueba académica.No lo era.

Se había convertido en una batalla real.

Se había convertido en una guerra de desgaste.

La tierra estaba manchada con huellas desordenadas, fragmentos de magia endurecida y restos de invocaciones destruidas.El aire pesaba, saturado de humo, sudor y desesperación.

—No puedo más... estoy al límite —murmuró Amadeo, dejando escapar el aliento mientras soltaba el hechizo que mantenía potenciada a Aurora.Sus manos temblaban, su rostro estaba pálido, y el leve brillo en sus ojos comenzaba a apagarse.

—Al intentar conjurar sanaciones… me agoté... no creo resistir —dijo Freya, tambaleando.Sus piernas no respondían.Apoyó el peso de su cuerpo en el hombro de Lili, como si su magia se hubiera drenado junto con sus fuerzas.

Fue entonces cuando el caos escaló.

—¿Qué haces, idiota? ¡Es nuestro compañero! —gritó Lili, con los ojos abiertos de par en par, al ver cómo uno de los suyos lanzaba un hechizo directo a Freya.

El muchacho esbozó una sonrisa torcida.

—Ups... me confundí —susurró con cinismo, antes de desaparecer entre la multitud como una sombra traicionera.

Los bravucones.Ya no se ocultaban.Habían comenzado a atacar a sus propios compañeros.

—Disculpa.—Perdón.—No fue mi intención...

Eran las frases repetidas como un eco enfermo antes de lanzar golpes, bolas de fuego o hechizos venenosos.Destruían invocaciones, empujaban a los aliados por la espalda, saboteaban barreras protectoras.Las sonrisas en sus rostros eran lo peor.

La unidad colapsaba.

Desde el centro del campo, el primer usuario del elemento viento alzó los brazos.El aire respondió con violencia.Invocó un torbellino tan poderoso que cruzó como una cuchilla giratoria todo el campo, levantando tierra, polvo, y cuerpos por igual.

Los equipos defensivos se desorganizaron.Las barreras crujieron.Algunas se agrietaron. Otras, simplemente, desaparecieron.

El caos se volvió ingobernable.

—Es mi oportunidad… —susurró un estudiante entre los escombros del combate.

El chico de dos elementos activó rayo y agua al mismo tiempo.Su cuerpo se iluminó con un resplandor eléctrico, y sus músculos se tensaron con el poder fluido del agua.

Su velocidad fue cegadora.Su fuerza, demoledora.

Cruzaba el campo como un rayo encadenado, derribando a oponentes de grados superiores sin darles tiempo de reaccionar.Como si nadie pudiera detenerlo.

Aurora, aún encendida en combate, seguía brillando.Ágil, precisa, brutal.Una danzante de fuego en medio del desastre.Cada uno de sus pasos dejaba una marca de calor sobre el suelo.Cada golpe suyo tenía la gracia letal de un depredador con alas.

Pero entonces...

Desde un punto ciego, el segundo usuario de viento apareció.Sus movimientos eran silenciosos. Su presencia, casi invisible.Había absorbido fuego de otras batallas. Y ahora, lo canalizaba con precisión quirúrgica.

¡BOOM!El fuego impactó contra la barrera de Lili.La tierra estalló en mil fragmentos, como si una bomba hubiera detonado desde dentro.

—¡¡Maldición!! —gritó Lili, cayendo de rodillas, con los dedos manchados de sangre mientras intentaba desesperadamente conjurar otra barrera.

Pero fue tarde.

Una ráfaga brutal la golpeó de lleno.El impacto la lanzó por los aires como un muñeco de trapo.Su grito se perdió en medio del torbellino de voces, viento y magia.

—¿¡Qué está pasando!? —exclamó Amadeo, alzando la vista al cielo con desesperación.

Sus manos temblaban.Quiso reunir poder para potenciar a Lili de nuevo… pero sus dedos no respondían.Ya era tarde.

El grupo estaba desorganizado. Vulnerable. Exhausto.Y el combate... aún no había terminado.

Aurora, jadeando, trató de reunir fuerzas.Su cuerpo temblaba.Intentó dar un paso y atacar a un estudiante de quinto grado…

Pero su golpe fue débil.Sin fuerza.Como si su cuerpo hubiese dejado de responder.

—¿Q-qué…? —murmuró, tambaleando.

Un segundo después, una patada certera la hizo caer de espaldas.La tierra le arañó la piel.Su espada voló lejos.

El enemigo se acercó lentamente.Sus pasos eran lentos, burlones.Sonreía. Disfrutaba el momento.

—Vaya, qué suerte tengo… —dijo mientras caminaba hacia ella—.Hora de dormir, niñita.

Aurora no podía moverse.Estaba paralizada.Sin energía.El suelo se sentía frío y lejano.Sus dedos no respondían.Su orgullo tampoco.

Pero entonces...

Una voz cortó el aire como un trueno.

—Te doy la razón…Es momento de dormir.

Ash apareció entre llamas.

El fuego rugía a su alrededor como un lobo salvaje.Una bola ardiente brillaba en su mano, tan viva como sus ojos.La intensidad de su mirada quemaba más que su magia.

¡BOOM!El golpe fue directo al estómago del enemigo, que salió disparado por los aires, retorciéndose de dolor.

Ash se agachó sin dudar, intentando ayudar a Aurora a levantarse…

Pero en ese instante, una ráfaga de viento los arrastró a ambos con violencia.El suelo tembló.El aire se volvió cuchilla.

Ash giró en el aire, aterrizó con fuerza, y sin perder tiempo corrió directo hacia el portador del viento.

Le lanzó un puñetazo cubierto en fuego, rabia y decisión.

El enemigo lo atrapó con ambas manos, deteniéndolo con un gesto de superioridad.

—¿Así que tú también estás con esos bravucones…? —susurró Ash, entre dientes—.Es momento de darte una lección.

Se agachó en seco, barriéndole los pies.

Pero el enemigo reaccionó al instante.Saltó con una agilidad antinatural, como si caminara sobre el mismo aire con ráfagas invisibles.

Y no estaba solo.

Apareció el segundo portador.Su cuerpo chispeaba.Potenciado con rayo y agua.

Su velocidad fue un destello.Su puñetazo, como un trueno.

¡CRACK!Ash fue lanzado por los aires.Su cuerpo giró sin control hasta chocar contra el suelo con un golpe seco que levantó polvo y dolor.

Mientras tanto…

Amadeo y Freya apenas podían mantenerse en pie.Sus cuerpos ya no respondían, pero aún no caían.

Frente a ellos, los bravucones se acercaban como hienas.Despreciables.Hambrientos.

—Jeje… lo siento —dijo uno, relamiéndose con descaro.

—Ups, no te vi… —añadió el otro con una sonrisa vacía, lanzando una bola de fuego sin remordimientos.

—¡Maldición! —gritó Amadeo, girando el cuerpo para proteger a Freya con el suyo, abrazándola como si pudiera detener el impacto con la voluntad.

La bola de fuego se acercaba.Y ellos… no tenían cómo defenderse.

Pero justo cuando la bola de fuego estaba por impactar…

Desde el cielo descendió Kai.

¡BOOOOM!Aterrizó como un meteorito envuelto en llamas.La explosión de fuego levantó una nube de polvo incandescente y estremeció el suelo como un latido furioso.

Una onda expansiva envolvió a Amadeo y Freya, empujando la bola de fuego hacia los bordes del campo, donde se disipó como un grito ahogado.

Un muro de llamas emergió a su alrededor.Vivo. Palpitante. Protector.

—Ni se les ocurra tocarlos —dijo Kai con voz grave, cada palabra ardía como el fuego que lo rodeaba.

Su mirada ardía.Sus ojos no eran los de siempre.

Era como si el fuego lo poseyera…O peor aún:como si él fuera el fuego.

—¡ALTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! —El grito del director Kurogane retumbó como un trueno que rompía el cielo.

La barrera vibró.El campo tembló.Y todo se detuvo.

Silencio.Tensión.Inmovilidad.

El aire seguía cargado de calor.El humo aún flotaba como un velo sobre los cuerpos.Pero nadie se movía.

Algunos estudiantes cargaban a sus compañeros heridos, con los ojos vacíos y los brazos débiles.Otros mantenían las espadas alzadas, respirando con dificultad, temblando… pero sin atreverse a bajar la guardia.

Por respeto.Por miedo.Por la presencia del director.

Ash, de rodillas, jadeaba, con el pecho subiendo y bajando de forma irregular.El sudor le corría por la frente, mezclado con polvo y una mancha de sangre que no sabía si era suya.Aún no entendía qué había pasado.

Kai seguía de pie, con el cuerpo tenso, la mirada clavada en los bravucones como cuchillas.No parpadeaba.No respiraba con calma.Estaba listo para seguir.

Del otro lado, los bravucones sonreían con cinismo, relajados, satisfechos, como si todo esto hubiese sido solo un juego.

Kurogane caminó con calma al centro del campo.Cada paso resonaba con autoridad.No llevaba prisa, pero cada paso era firme como un juicio.

Su voz cortó el aire con la precisión de una cuchilla:

—Ya son veinte alumnos en pie…Ese era el examen.

Una pausa.Como si la tierra misma esperara lo siguiente.

Las miradas lo siguieron, todas al mismo tiempo.Ojos hinchados, labios partidos, heridas abiertas… pero atentos.

—Seis estudiantes del primer grado. —Los pocos de pie intercambiaron miradas incrédulas.¿Habían oído bien?

—Dos del segundo y del tercer año. —Los rostros de esos grados se agacharon.Algunos cerraron los ojos.Derrota. Vergüenza. Silencio.

—Cinco del cuarto y quinto grado. —Ellos no dijeron nada.Solo portaban algunas manchas de tierra, polvo en el cabello.Sus uniformes apenas estaban arrugados.

A su alrededor, estudiantes de primer grado sangraban, temblaban, respiraban con esfuerzo.Sus ropas estaban rasgadas.Sus escudos hechos pedazos.

El ambiente se volvió denso.El orgullo flotaba en ruinas.El honor había cambiado de bando.

Nadie celebraba.Nadie hablaba.

La mirada severa del director recorrió cada rincón del campo.

—Tienen mucho que aprender…Esto fue solo una prueba para el torneo que se avecina.Un torneo muy importante.

Dio dos pasos más.El suelo pareció ceder bajo el peso de sus palabras.

—Pensé que vería a más estudiantes de pie…Pero ha sido todo lo contrario.

Se detuvo justo en el centro, donde el polvo aún giraba lentamente.

—Los de primer año… superando a los de mayor rango.¿No les parece curioso?

Silencio absoluto.Ni un susurro.Ni un gemido.

—Eso es todo.Pueden retirarse.Y los heridos… vayan directo a la enfermería.

Todo había terminado.

Y no solo el combate.

Algo más se había quebrado.Una jerarquía.Una imagen.Una creencia.

Una etapa. Una ilusión. Una mentira.

Los profesores se apresuraron.Sus rostros eran graves.Ya no eran jueces.Ahora eran sanadores.

Corrieron entre los cuerpos.Usaron hechizos de primeros auxilios, improvisaron camillas mágicas, rompieron vendas con los dientes.La escena se volvió caótica de nuevo, pero esta vez… por compasión.

Algunos de primer año ya ni se movían.Pero no estaban derrotados.Estaban vacíos. Exhaustos.Y aún así… de pie por dentro.

Kai observó a los bravucones retirarse, riendo entre murmullos.Sus dedos se apretaron en puños.Sus ojos ardían con una promesa que no necesitaba juramento.

—Me la van a pagar… sabandijas —susurró, con el fuego aún latiendo en su pecho.

Pero no se quedó inmóvil.

A pesar de su furia, ayudó.Apoyó a Freya.Levantó a Amadeo.Cargó a un compañero caído que ni siquiera conocía.

Luchador en batalla.Hermano en la caída.

Ash, en cambio, no se movió.Se quedó en silencio.

Miraba sus propias manos.El suelo.El espacio vacío donde fue golpeado.

Volvía una y otra vez a ese instante.A esa falla.A esa grieta.A ese momento.

¿Cómo no vi ese ataque…?¿Será… porque era más fuerte que yo?

No hubo respuesta.

Solo pensamientos.

Y el eco de un examen que había revelado mucho más que habilidades.

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