El Cairo – 23:56 p.m.
La noche había perdido su lógica.
Kakyoin respiraba con dificultad, sentado contra un muro roto. Sabía que debía estar muerto, y sin embargo, no lo estaba. A su lado, Joseph Joestar lo observaba, incapaz de procesar lo ocurrido.
Frente a ellos, silencioso y calmado, se encontraba Leo, cuya mirada helaba más que la noche misma.
Joseph abrió la boca para exigir respuestas cuando, desde la oscuridad de un edificio cercano, una figura descendió suavemente hacia la calle.
La reconoció inmediatamente.
—¿Lisa Lisa…? —susurró Joseph, con voz quebrada, retrocediendo un paso—. No… no puede ser…
Lisa Lisa se detuvo frente a él, a pocos metros. Su expresión era solemne, cargada de emociones contenidas.
—Joseph…
Joseph la contempló aturdido. Los recuerdos le golpeaban con violencia. La mujer frente a él no había cambiado ni un día desde la última vez que la había visto, hacía ya medio siglo.
—Tú… ¿Cómo… cómo puedes estar aquí? ¿Cómo puedes estar… así? —Su voz temblaba, incrédula—. ¡Esto no tiene sentido!
Lisa Lisa mantuvo la calma, aunque la tristeza y confusión eran visibles en sus ojos.
—Lo sé. No debería estar aquí. Fue un accidente.
Joseph sacudió la cabeza, intentando ordenar su mente.
—Pero me dijeron… que habías muerto. Que te habías ido… hace décadas…
Lisa Lisa bajó ligeramente la cabeza.
—Lo siento. Esto no es fácil de explicar.
Joseph apretó sus puños, todavía desconcertado.
—¿Quién te trajo aquí?
Lisa Lisa miró a Leo en silencio, señalándolo con su mirada.
Joseph siguió sus ojos hasta Leo.
—¿Quién demonios eres tú?
Leo, quien no había hablado hasta ahora, respondió con frialdad absoluta:
—Alguien que no debería existir.
Una carcajada resonó detrás de ellos, oscura y burlona. Todos voltearon hacia el origen.
DIO descendía lentamente, emergiendo de las sombras como un fantasma.
—Qué reunión tan conmovedora… —sonrió con desprecio, sus ojos fijos en Leo— Pero hay algo aquí que me molesta demasiado.
Su rostro se deformó en una mezcla de incredulidad y rabia contenida.
—¡Ese cuerpo…! ¡Ese es el cuerpo de Jonathan Joestar!
Joseph se giró de golpe hacia Leo, conmocionado.
—¡¿Qué diablos significa esto?!
Leo se mantuvo sereno, sin desviar la mirada.
DIO avanzó un paso, señalándolo con furia.
—¡No sé quién te crees que eres, pero ese cuerpo es mío! ¡Me pertenece a mí!
Leo finalmente habló con voz helada:
—Era tuyo. Ahora lo tomé para mí.
DIO apretó los puños, rechinando los dientes con odio puro.
—¡Bastardo! ¡Voy a destrozarte por atreverte a usarlo frente a mí!
La tensión cortó el aire, interrumpida abruptamente por unos pasos firmes que llegaron desde un callejón cercano.
—¿Y ahora qué pasa aquí?
Jotaro Kujo apareció, su expresión dura y alerta. Observó la escena: Kakyoin herido, Joseph alterado, Lisa Lisa (una mujer desconocida para él) y Leo, un completo extraño.
Frunció el ceño, desconfiado.
—¿Quién es este sujeto?
Joseph se acercó lentamente hacia Jotaro, aún turbado.
—Jotaro… esta mujer es… mi madre. Lisa Lisa.
Jotaro no mostró sorpresa evidente, pero sus ojos revelaban ligera duda.
—Tu madre debería estar muerta o ser muy anciana, viejo.
Lisa Lisa mantuvo firme su postura.
—Sé que esto es complicado, pero él —miró a Leo— es la razón por la que Kakyoin sigue vivo.
Jotaro dirigió su mirada a Leo, estudiándolo.
—¿Y quién eres tú exactamente?
Leo no mostró reacción emocional alguna.
—Alguien que conoce cómo terminará esto. Nada más.
Jotaro lo observó en silencio unos segundos antes de responder secamente.
—No confío en tipos que aparecen de la nada.
Leo lo miró sin parpadear.
—Eso no cambia nada.
DIO observó todo, evaluando la situación. Finalmente, chasqueó la lengua con irritación.
—No sé qué juego estás jugando, pero no termina aquí. Volveré por lo que me pertenece, maldito impostor.
Sin más, desapareció rápidamente en la oscuridad.
Joseph se volvió hacia Leo con los puños aún apretados, tenso.
—Necesitamos respuestas claras. Ahora.
Leo suspiró apenas perceptible, finalmente cediendo algo.
—No estoy aquí para ser su aliado o su enemigo. Estoy aquí porque mi objetivo es DIO. Y ahora es también su objetivo. Pueden aceptarme o no, da igual para mí.
Kakyoin, aún apoyado contra la pared, susurró:
—Si no fuera por él, estaría muerto ahora mismo.
Joseph permaneció indeciso. Lisa Lisa se acercó lentamente a él.
—Joseph… aunque no confíes en él, al menos escúchalo.
Joseph suspiró profundamente, resignado.
—Esto no me gusta nada. Pero está bien… hablemos.
Leo asintió ligeramente, como si esperara exactamente esa reacción.
[Sistema: Conexión establecida con protagonistas principales. Nivel actual de confianza: Mínimo.]
[Nuevo objetivo prioritario: Absorción completa de DIO.]
[Recompensa por éxito: Evolución inicial hacia Forma Humanoide del Stand.]
[Influencia narrativa total actualizada: 68%.]
La página detrás de Leo giró lentamente. Una silueta comenzó a formarse detrás de él. Apenas perceptible, aún indefinida.
El siguiente acto estaba a punto de comenzar.