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Chapter 8 - El Primer Paso a la Grandeza

En este mundo, quienes poseen un elemento son llamados "normales". Aquellos que controlan dos o más… "prodigios".

Pero los que no poseen ningún elemento…

Son llamados esclavos.

Personas sin valor, sin magia, sin voz. Alguien que, según todos, no tiene nada que demostrar.

Ahora dime…

Si tú nacieras sin ningún elemento en un mundo donde todo gira en torno a ellos... ¿Qué harías?

¿Aceptarías tu lugar?¿O intentarías cambiar tu destino?

Existe un hombre sin ningún elemento.

Y muy pronto… tendrá algo que demostrarle al mundo.

El día llegó.

Los hermanos se levantaron sin gloria. Hacía solo unos días habían celebrado su cumpleaños número dieciséis, y ahora era momento de partir hacia la gran academia.

Ya lo tenían todo listo.

Su madre les preparó el último desayuno. Su padre se levantó con la copa en la mano y, con la voz firme, les dijo unas palabras:

—Hijos míos… hoy cierran un ciclo en sus vidas, y uno nuevo comienza —Ragnar bebió el vino de un solo trago—. Solo les pido dos cosas: estén siempre unidos, luchen juntos… y jamás retrocedan en sus palabras.

—Los errores… las derrotas… —continuó—. Son parte de la vida. Pero cada caída los hará más fuertes. Más sabios.

Ragnar alzó la copa una vez más, con una sonrisa temblorosa y lágrimas en los ojos.

La madre, sin poder contenerse, los abrazó con fuerza. Lloraba con el corazón expuesto, como si quisiera retenerlos solo un instante más.

En silencio, Ragnar se permitió un último pensamiento para sí mismo, uno que no llegó a pronunciar en voz alta:

"Nunca se desvíen de sus caminos. Y pase lo que pase… recuerden que nos tienen a nosotros si algún día se topan con la oscuridad."

Pasamos a la entrada de la academia. Esta vez no estaba en silencio como la última vez que la visitaron.

Había muchos jóvenes. Algunos se despedían de sus familiares entre lágrimas; otros llegaban solos, cruzando las puertas sin detenerse ni mirar atrás.

Ash y Kai solo cruzaron miradas con Ragnar. Ya se habían abrazado. Ya se habían dicho lo importante.

Ahora, su padre quería verlos como hombres.

Solo una mirada firme, una sonrisa serena… y un leve gesto de la cabeza, de arriba hacia abajo.

Ese fue su adiós.

Al cruzar la entrada y recorrer el interior, el lugar era realmente llamativo.

Antorchas flotaban en lo alto, adheridas a paredes de piedra negra. El suelo parecía un tablero de ajedrez, con lozas perfectamente distribuidas en blanco y negro. El eco de las pisadas, las voces, el rechinar de puertas y pasos… todo retumbaba como si el propio edificio quisiera recordar a cada nuevo alumno: "Aquí, no pasarás desapercibido".

—¡Este lugar es asombroso, hermano! ¡Ahora tendremos una aventura de hermanos! —exclamó Kai, girando sobre sí mismo y moviéndose de un lado a otro, como un niño que no podía contener la emoción.

En cambio, Ash caminaba firme, sin mirar a nadie.

Pensaba. Analizaba.

—Recuerda nuestro plan… —murmuró Ash, sin dejar de observarlo—. Y espero que no hagas locuras, Kai.

¿Qué plan?

Días antes, al ver a Kai tan entusiasmado, Ash lo convenció de algo: pasar desapercibidos. No llamar la atención. No mostrar de inmediato lo que eran capaces de hacer.

"Guardaremos nuestro poder", le dijo, "y lo mostraremos solo cuando sea necesario".

En las clases habría entrenamientos físicos, pruebas mentales… y más adelante, un gran torneo entre los estudiantes de la academia.

Kai, curioso, no pudo evitar preguntar:

—¿Y tú cómo sabes eso? ¿Ya estuviste aquí antes?

Ash simplemente respondió:—Lo leí.

Según él, en los libros sobre este reino se mencionaban las etapas de la academia y una tradición para coronar al más fuerte de todos.

Era mentira, por supuesto.

Solo un recurso para ocultar la verdad: Que lo sabía por todo lo que había leído en su vida anterior.

Que su verdadero conocimiento venía de los mangas shōnen… donde las reglas no escritas eran siempre las mismas:

Entrena en secreto. Crece en las sombras. Y cuando llegue el momento… brilla más que nadie.

Llegaron a una gran sala de espera.

Todos los estudiantes estaban formados por grados. Los hermanos pertenecían al primer grado, ubicados al frente. Detrás de ellos, los de segundo, tercero y cuarto se acomodaban en filas según su año.

Poco a poco, el murmullo se apoderó del lugar. Voces, risas, comentarios nerviosos.

Ash, con los brazos cruzados, observó el ambiente con serenidad. Ya sabía lo que venía.

Cada inicio de año comenzaba igual: una ceremonia de bienvenida, discursos de apertura, formación general. Para este mundo, no habría excepción.

Sin embargo, mientras meditaba sobre todo eso...

—¿Eh? ¿Dónde está Kai?

Al girar la cabeza, lo vio a unos pasos de distancia.Rodeado. Hablando con un grupo de chicas como si las conociera de toda la vida.

—Diablos… —murmuró Ash con resignación, dirigiéndose hacia él.

—¡Mi nombre es Kai Starwind! —dijo con entusiasmo, cruzándose de brazos con orgullo—. Y el que viene ahí es mi hermano, Ash Starwind. Un placer.

Las chicas lo miraban con curiosidad.

—Entonces… ¿tenemos que esperar al director? ¡Qué aburridooo! —se quejó Kai exagerando un bostezo.

—¿Verdad que sí? ¡Un fastidio total! —añadió una de las chicas, sonriente—. Por cierto, yo me llamo Aurora Lune —se presentó con una inclinación elegante—. Y ella es Lili Nakamira.

—Mmh... —fue todo lo que dijo Lili, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—No le hagas caso, siempre anda así de enojada —soltó Aurora entre risas, abrazando a su amiga con confianza—. Y ella es Freya Mizuki.

—Di-di-disculpen... un gusto —saludó Freya con el rostro completamente rojo, mirando a Kai con timidez.

El grupo estaba a gusto conversando, aún más ahora que Ash se había unido. Todo parecía ir bien… hasta que, de pronto, un fuerte impacto en el escenario sacudió el suelo.

¡Bum!

Los estudiantes se cubrieron por reflejo. Algunos incluso gritaron.

Había sido intencional.

El director había decidido hacer su entrada épica. Junto a él, varios profesores lo escoltaban. Su presencia no era decorativa; estaban allí para imponer orden. Y cualquiera que hiciera ruido, lo pagaría caro.

—Muy buenos días, estudiantes de la prestigiosa academia ArcanoBlade —declaró el director.

Su tono de voz era profundo, pausado, con una gravedad que se imponía sin esfuerzo. Cada palabra retumbaba con un eco sutil, como si hablara desde lo alto de un trono invisible. No necesitaba gritar. Su voz… se sentía. Como si el mismo aire enmudeciera para escucharlo.

—Sé que muchos vienen a mejorar sus habilidades, volverse poderosos, llenarse de sabiduría... —hizo una pausa, mientras giraba las manos con teatralidad—. Otros, claro, solo buscan reconocimiento. Quieren dejar en alto el apellido.

Dijo esto último con burla, mientras movía los dedos como si tocara un piano invisible.

—Pero yo… como director Elian Kurogane… —abrió los brazos— me veré en la obligación de darles los entrenamientos más duros. Quiero ver quiénes se rinden primero. ¡¡JAJAJAJAJA!!

Su risa resonó como la de un loco. Algunos estudiantes se miraron entre sí, confundidos. Otros tragaron saliva. El ambiente se había vuelto tenso.

Según los rumores, el director ya estaba enterado: este año, los nuevos ingresos tenían mucho potencial. Algunos hablaban con demasiada confianza. Otros venían de linajes conocidos.

Kurogane no pensaba permitir que eso se le subiera a la cabeza a nadie. Por eso, su objetivo era claro desde el primer día: hacer que todos lo teman. Y descubrir de inmediato… quiénes eran los que valían la pena.

Al finalizar la reunión, se ordenó la separación por dormitorios: masculino y femenino. Y no solo porque había humanos, sino porque también convivían otras razas.

Los hermanos se despidieron de sus nuevas amigas con una sonrisa, y procedieron a dirigirse a sus respectivas recámaras.

El camino fue largo, atravesando parte del edificio principal.

Ash y Kai fueron asignados al primer piso.

Cuando abrieron la puerta de su habitación…No podían creer lo que veían.

Un cuarto amplio, de paredes blancas impecables. En el techo, justo al centro, una luz mágica flotaba dentro de un círculo dorado, perfectamente simétrico, como si fuera una corona. Las camas eran de dos niveles, con colchones gruesos y esponjosos. A un lado, dos escritorios individuales, tallados en madera oscura. Y al fondo, un pequeño baño con acabados lujosos, que parecía sacado de un castillo.

—¡Qué delicia! Espero con ansias las clases de mañana —dijo Kai, dando un brinco hacia la cama y acostándose de inmediato.

—¡Ey, ey! Ese es mi lugar, muévete —reclamó Ash, mientras echaba un vistazo a los alrededores del cuarto.

—¡Pero hermano! Ya estoy acostado… no me quiero levantar —protestó Kai, haciendo un pequeño berrinche, abrazado a las sábanas como si su vida dependiera de ello.

Ash lo miró en silencio por un segundo. Suspiró.

—Está bien… pero desde mañana, sabes que tu cama es la de arriba —añadió, observándolo con resignación mientras Kai se revolvía como niño malcriado.

En ese instante, los pensamientos de Ash cambiaron por completo. Su expresión se tornó más seria. La mirada, enfocada.

Sería bastante raro que esta academia no tuviera una biblioteca…Es mi momento de buscar toda la información.

Desde que llegó a este mundo, su propósito nunca se había desviado. La meta seguía ahí, inquebrantable, avanzando paso a paso.

Aún no sé si el regreso a mi mundo será posible mediante un conjuro prohibido… o a través de un portal místico. Sea lo que sea, tengo que averiguarlo. Y si aquí no encuentro nada…Buscaré dentro del mismo castillo del rey si es necesario.

Ash sentía que estaba cruzando la mitad del camino. El conocimiento era su única arma, y nadie —nadie— le haría soltarla.

Sus metas eran claras.

Sus pasos, firmes.

Y su voluntad… inquebrantable.

¿O tal vez… no tanto?

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